La cumbre del G7: lo que viene

La reunión del G7 que inicia este domingo en Kananaskis, Canadá, promete ser una de las más tensas y decisivas en la historia reciente del foro. Más allá de la belleza del paisaje y del protocolo diplomático, los líderes de las principales democracias industriales del mundo se congregan en un momento de extrema volatilidad geopolítica y reacomodo estratégico, con un actor central y disruptivo: Donald Trump.

Con la economía mundial mostrando señales de fragilidad, y con múltiples frentes abiertos —desde la guerra en Ucrania hasta la creciente inestabilidad en Medio Oriente – , la cumbre será una prueba de fuego para las alianzas tradicionales que han sostenido el orden internacional desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La reaparición de Trump en el escenario internacional no sólo reabre viejas heridas, sino que amenaza con dinamitar los consensos que aún subsisten.

Uno de los principales focos será el futuro del comercio mundial. Trump, al imponer aranceles a sus principales socios —incluyendo Canadá y México – ha debilitado acuerdos clave como el T-MEC, generando incertidumbre entre inversionistas y gobiernos. En paralelo, su exigencia de que Europa asuma mayores costos en la defensa de Ucrania apunta a una agenda unilateralista que resuena con su consigna de América primero.

El primer ministro canadiense, Mark Carney, ha ampliado el alcance de la cumbre invitando a países emergentes como India, Brasil, Sudáfrica y México. Esta apertura sugiere una apuesta por diversificar el diálogo global ante la posibilidad de que el G7, tal como lo conocemos, pierda su centralidad si no logra adaptarse al nuevo equilibrio multipolar.

Funcionarios canadienses ya anticipan la dificultad de emitir un comunicado conjunto, una tradición de estas cumbres que simboliza la unidad del grupo. Si no se logra una declaración firme sobre Ucrania o Gaza, el mensaje será claro: el liderazgo occidental está dividido.

La atención también se centrará en las reuniones bilaterales. Las conversaciones entre Trump y Claudia Sheinbaum, así como con Carney, podrían redefinir el rumbo del T-MEC o, al menos, marcar líneas rojas para los meses venideros. Pero la sombra del desacuerdo es larga, y el historial de confrontaciones de Trump con sus aliados alimenta el escepticismo.

Más allá de la foto oficial, esta cumbre del G7 pondrá a prueba la resistencia del sistema internacional frente a la nueva política exterior de Estados Unidos. Lo que está en juego no es solo una declaración conjunta, sino el futuro mismo de la cooperación global.

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