El fallo de un juez federal en Estados Unidos contra Google tiene implicaciones en la lucha global por regular a las grandes tecnológicas. Aunque el juez Amit Mehta rechazó la petición del gobierno de forzar la venta del navegador Chrome, sí impuso restricciones que buscan abrir la competencia en las búsquedas en línea, un terreno que durante más de dos décadas ha sido prácticamente monopolizado por el gigante de Mountain View.
La decisión es histórica no solo porque es el mayor revés legal para Google desde su consolidación como líder indiscutible en internet, sino porque revive un debate que parecía olvidado. ¿Cómo limitar el poder de plataformas digitales que se han vuelto infraestructuras muy importantes para la vida moderna?
Google ha construido su hegemonía mediante acuerdos multimillonarios que garantizan su motor de búsqueda como predeterminado en dispositivos de Apple, Samsung y otros fabricantes. El juez Mehta reconoció que estos contratos blindaron a la empresa frente a rivales potenciales, pero se negó a desmantelar ese ecosistema de raíz. En su lugar, obligó a la compañía a compartir con competidores calificados datos de índice de búsqueda e interacciones de usuarios.
En Google advirtieron que compartir esos datos podría facilitar la ingeniería inversa de su tecnología, debilitando sus ventajas competitivas. Pero desde la perspectiva del consumidor, el acceso a un mercado más diverso de motores de búsqueda podría significar mayor innovación, mejores opciones y, quizás, un internet menos centrado en una sola compañía.
La decisión también refleja las limitaciones del aparato regulatorio estadounidense frente a corporaciones cuyo tamaño y complejidad desafían la lógica tradicional del derecho antimonopolio. Ordenar la venta de Chrome —como pedía el Departamento de Justicia – habría implicado un terremoto tecnológico y financiero. Mehta prefirió un enfoque gradualista, evitando lo que calificó como un remedio “increíblemente desordenado y altamente riesgoso”.
El fallo, además, anticipa la próxima gran batalla que representa la inteligencia artificial. El juez incluyó medidas para impedir que Google replique en el naciente mercado de los chatbots lo mismo que hizo en la búsqueda web. Con ello, reconoce que la IA generativa puede convertirse en el nuevo terreno de monopolización tecnológica y que los reguladores no pueden darse el lujo de llegar tarde otra vez.
Paradójicamente, las acciones de Alphabet subieron tras conocerse la sentencia. El mercado interpretó que Google esquivó el peor de los escenarios que representaba el desmantelamiento de Chrome. Para Apple, el fallo fue incluso mejor, pues sus contratos multimillonarios con Google permanecen prácticamente intactos.
El hecho es que en Estados Unidos están dispuesto a confrontar a las big tech, pero lo hará con bisturí. Falta ver si estas medidas bastan para equilibrar la competencia o si, dentro de algunos años, estaremos presenciando una nueva versión del mismo problema, ahora con la inteligencia artificial como campo de batalla.