El as bajo la manga de Putin

El as bajo la manga de Putin

Desde que Rusia invadió Ucrania en 2022, las sanciones económicas impuestas por Occidente han buscado aislar al Kremlin del sistema financiero internacional. Sin embargo, como en otras etapas de su historia, Moscú ha mostrado capacidad de adaptación. El surgimiento de la criptomoneda A7A5 representa el más reciente y quizás más sofisticado intento del gobierno ruso por eludir el cerco occidental. Más que una simple innovación tecnológica, A7A5 es un instrumento político y económico que puede cambiar las reglas del juego.

Lanzada en febrero por un empresario moldavo prorruso y respaldada por el banco estatal Promsvyazbank, A7A5 es la primera stablecoin indexada al rublo. A diferencia de las criptomonedas tradicionales, cuyo valor fluctúa constantemente, las stablecoins están diseñadas para mantener una paridad con monedas fiduciarias, en este caso el rublo ruso. Esto la convierte en una herramienta ideal para facilitar pagos internacionales sin pasar por el sistema bancario tradicional, actualmente plagado de sanciones para entidades rusas.

Tras ser excluida del sistema SWIFT y ver congelados los activos de sus bancos más importantes, Rusia ha tenido que buscar rutas alternativas para mantener sus transacciones financieras. Las criptomonedas ofrecían una salida, pero incluso en este ecosistema descentralizado, los tentáculos de Occidente han sido eficaces. Tether, la empresa emisora de USDT —la stablecoin más popular – ha bloqueado billeteras rusas por órdenes de gobiernos occidentales.

Este punto de inflexión obligó al Kremlin a entender que necesitaba una moneda digital “propia”, fuera del alcance de Washington y Bruselas. A7A5 cumple ese objetivo. Aunque su adopción aún es limitada, el hecho de que ya haya movilizado alrededor de 150 millones de dólares en menos de seis meses revela su potencial.

Pero el riesgo de A7A5 no se limita a lo económico. Las investigaciones del Centre for Information Resilience vinculan esta criptomoneda con las operaciones de influencia del empresario moldavo Ilan Shor, acusado de interferir en procesos democráticos en Moldavia. La misma infraestructura digital detrás de A7A5 estaría siendo utilizada para campañas de desinformación y manipulación política.

Frente a esto, la reacción internacional ha sido lenta, pues A7A5 opera desde Kirguistán, donde la legislación financiera es más laxa, lo que dificulta el control y monitoreo de las transacciones. El peligro es evidente, ya que si se consolida como un canal de pagos paralelo, podría convertirse en el precedente de un ecosistema financiero alternativo, respaldado por potencias autoritarias.

La historia demuestra que las sanciones económicas rara vez tumban regímenes por sí solas. Rusia lo sabe, y por eso juega su carta criptográfica con inteligencia estratégica. A7A5 es mucho más que una innovación digital, es el as bajo la manga de Putin para resistir la presión occidental, mantener operativa su economía de guerra y extender su influencia más allá de sus fronteras. El mundo haría bien en no subestimarlo.

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