La reciente cumbre del G7 ha sellado una victoria política y simbólica para Donald Trump. El grupo de las siete economías más avanzadas del mundo acordó eximir a las empresas multinacionales estadounidenses del impuesto mínimo global del 15 por ciento, medida impulsada originalmente por la OCDE y adoptada en 2021 bajo la administración de Joe Biden. Con esta decisión, el G7 no sólo cede a la presión de Washington, sino que valida la postura abiertamente unilateral y proteccionista del actual presidente estadounidense.
Trump, fiel a su estilo, convirtió una política fiscal multilateral en un nuevo campo de batalla por la soberanía tributaria de Estados Unidos. La amenaza de abandonar el acuerdo global —cosa que hizo mediante orden ejecutiva en enero – , y de imponer represalias comerciales a los países que pretendieran gravar a sus tecnológicas surtió efecto. El resultado fue que las empresas estadounidenses solo pagarán impuestos en su país, incluso sobre sus ganancias en el extranjero.
Este acuerdo representa una ruptura con el espíritu del consenso internacional que caracterizó la reforma tributaria de la OCDE. Si bien el comunicado del G7 intenta presentar la decisión como una solución “estable y aplicable para todos”, la realidad es que el nuevo sistema consolida la hegemonía fiscal de EE.UU. y debilita el esfuerzo global por evitar la evasión y el arbitraje tributario de las grandes corporaciones. El mensaje sostiene que el sistema internacional se ajusta a Washington, no al revés.
En el fondo, la lógica que impulsa esta exención es profundamente política. Trump se prepara para las elecciones de noviembre y busca mostrar fuerza ante sus electores, en particular ante los sectores más nacionalistas y empresariales. Defender a las grandes tecnológicas de gravámenes extranjeros —aunque implique tensiones con aliados históricos como Canadá o Francia – , es un mensaje eficaz para esa base.
Lo preocupante es que este precedente puede erosionar otros acuerdos globales en áreas clave como el clima, el comercio digital o la inteligencia artificial. Si el G7, un foro que presume de liderar la gobernanza mundial, cede ante la lógica del “America First”, otros países podrían seguir el ejemplo, debilitando aún más el orden multilateral.
Con este triunfo, Trump no solo reconfigura el mapa tributario global, sino que reafirma su visión de un mundo donde el poder —no el consenso – , dicta las reglas. El precio puede ser más fragmentación y menos cooperación internacional.