Los efectos de la guerra comercial de Trump

Los efectos de la guerra comercial de Trump

La batería de impuestos a las importaciones en Estados Unidos que ha generado desconcierto, tensiones diplomáticas y un alza generalizada en los precios de productos básicos ha sacudido los cimientos del comercio global. Aunque la guerra comercial desatada por Donald Trump se presenta como una estrategia para proteger la economía estadounidense, en realidad, sus efectos colaterales se sienten con mayor fuerza en los hogares de clase media y baja de su propio país.

No hay tregua en la embestida arancelaria, y a partir del 7 de agosto, más de una veintena de países —desde potencias como Japón y el Reino Unido hasta economías frágiles como Laos o Lesoto – , enfrentarán aranceles más altos para poder ingresar sus productos al mercado estadounidense. Muchos, presionados por la amenaza de perder acceso a ese enorme mercado, accedieron a firmar acuerdos que validan tarifas impensables hace apenas un año. Los que se resistieron fueron castigados con dureza. En ambos casos, el mensaje ha sido que Estados Unidos dictará las reglas del juego económico mundial sin necesidad de consenso ni reciprocidad.

Trump ha logrado imponer su voluntad y doblegar a gobiernos que, por conveniencia o miedo, prefirieron ceder. Pero esta aparente victoria tiene un costo silencioso en el bolsillo de los estadounidenses. Los aranceles no son, como insiste el presidente, un impuesto a los países extranjeros, sino un tributo que recae directamente sobre las empresas importadoras estadounidenses, las cuales trasladan ese costo al consumidor final. Así, los precios de zapatos, ropa, electrodomésticos, juguetes y dispositivos electrónicos han subido, afectando sobre todo a quienes destinan una mayor parte de su ingreso a bienes esenciales.

Según cálculos de la Universidad de Yale, el arancel promedio en Estados Unidos pasó de 2.5 a más de 18 por ciento en menos de un año, una cifra no vista desde la Gran Depresión. Esto representa una carga de aproximadamente 2,400 dólares anuales para el hogar promedio. Empresas como Walmart, Ford o Nike ya han advertido que sus costos están aumentando, y con ellos, sus precios. El impacto es particularmente regresivo, pues mientras los hogares con altos ingresos pueden absorber estos incrementos, las familias trabajadoras verán erosionado su poder adquisitivo.

En el mundo esta política ha resquebrajado el sistema multilateral que durante décadas garantizó cierta previsibilidad en las relaciones comerciales. La Organización Mundial del Comercio queda debilitada, y el multilateralismo cede terreno al chantaje bilateral. A corto plazo, Trump parece ser el ganador. A largo plazo, la fragmentación del orden económico internacional y la pérdida de confianza en Estados Unidos como socio confiable podrían resultar demasiado costosas.

El verdadero perdedor, sin embargo, no es una nación extranjera ni una empresa multinacional, sino el consumidor estadounidense, utilizado como peón en una partida geopolítica que lo obliga a pagar más por menos. La historia enseñará si la apuesta de Trump fue una maniobra estratégica o simplemente una guerra comercial que disparó hacia adentro.

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