El precio del petróleo, más que un simple indicador económico, se ha convertido en un termómetro de la geopolítica. La reciente caída de alrededor del 6 por ciento en las principales referencias internacionales —WTI, Brent y la mezcla mexicana – , es una muestra de cómo los conflictos y acuerdos en Medio Oriente, particularmente entre Israel e Irán, impactan directamente los mercados energéticos.
El anuncio de un alto el fuego entre ambas naciones desinfló de inmediato la prima de riesgo geopolítico que había impulsado los precios días antes. Desde el ataque sorpresa de Israel a instalaciones militares iraníes el pasado 13 de junio, los precios del crudo habían escalado a máximos no vistos en cinco meses, alimentados por el temor a una interrupción en el flujo petrolero, especialmente en el estratégico estrecho de Ormuz.
Pero en este mercado volátil, las buenas noticias duran poco. El propio presidente estadounidense, Donald Trump, echó dudas sobre la viabilidad del alto el fuego al acusar a ambas partes de romperlo apenas horas después de su anuncio. Así, el mismo factor que había calmado los precios volvió a inyectar incertidumbre.
No solo los conflictos armados empujan o hunden los precios. Declaraciones como la de Trump permitiendo que China siga comprando petróleo a Irán también generan movimientos abruptos. Del mismo modo, el incremento en las previsiones de producción de Kazajistán, un miembro de OPEP+, presiona a la baja a los precios al anticipar una mayor oferta global.
Este vaivén constante pone en evidencia la fragilidad del equilibrio petrolero. Aunque los fundamentos del mercado —oferta, demanda, reservas – , siguen siendo relevantes, hoy la narrativa está dominada por factores políticos. Las decisiones militares, los pactos diplomáticos y los mensajes en redes sociales tienen tanto peso como los datos económicos.
Para países cuya economía depende en parte de los ingresos petroleros, estas oscilaciones representan un riesgo importante. Una caída repentina, como la registrada esta semana, afecta directamente los ingresos fiscales y complica la planeación presupuestaria.
En un mundo cada vez más interconectado, el petróleo sigue siendo un punto de convergencia entre economía, diplomacia y poder. Mientras no se estabilicen los conflictos en Medio Oriente y no se avance hacia una diversificación energética real, el precio del crudo continuará oscilando como reflejo de un orden mundial en permanente tensión.